4 puntos vitales en que no puede fallar un padre a un hijo, ni una parroquia a su catecúmeno:
1.- Capacidad de descubrir, desde el principio, los talentos y aptitudes y capacidades innatas del catecúmeno, esto es, por dónde irá su vocación como creyente. Para no desperdiciar todo el potencial motivacional, fundamental para construir su personalidad desde la seguridad personal y la autoestima.
2.- no abandonar a su suerte a ningún niño, aunque parezca que estamos dejándole libre, precisamente en la etapa en que más nos necesita para forjarse como persona.
3.- Vencer nuestra falta de tiempo para prestarle diálogo, atención, fraternidad, dedicación.
4.- Trabajar por al formación íntegral, humana y espiritual de cada joven.